La diabetes gestacional (DG), es un tipo de diabetes que aparece por primera vez durante el embarazo, generalmente en el segundo o tercer trimestre. Según la Organización Mundial de la Salud, se trata de una condición donde los niveles de glucosa (comúnmente llamada azúcar) en la sangre se elevan más de lo normal, aunque no tanto como para considerarse diabetes en una persona no embarazada. Es decir, que antes de quedar embarazada la mujer no tenia diabetes, pero durante la gestación su cuerpo empieza a tener dificultades para procesar la glucosa adecuadamente y por lo tanto se presenta esta elevación de glucosa en sangre. Aunque muchas veces no presenta síntomas evidentes, es importante detectarla y tratarla a tiempo ya que puede afectar tanto la salud de la madre como la del bebé si no se controla adecuadamente.
¿Cómo se puede detectar?
El diagnóstico se hace mediante tres pruebas principales: una glucosa en cualquier momento del día mayor a 200 mg/dL; glucosa en ayuno mayor a 126 mg/dL al menos en dos ocasiones, o una prueba donde se toma una bebida azucarada y, si el resultado supera los 140 mg/dL tras una hora, se realiza una curva de tolerancia a la glucosa y si esta da 180 mg/dL o más, se confirma el diagnóstico. Estas pruebas las puede realizar tanto un profesional de la salud como la misma paciente en su casa con un glucómetro portátil.
¿Cuáles son los efectos en las madres?
Aunque muchas mujeres que desarrollan diabetes gestacional durante el embarazo recuperan su metabolismo normal de carbohidratos después dar a luz, algunas de ellas pueden continuar presentando niveles elevados de glucosa en la sangre aún después del parto, lo que puede llevarlas a desarrollar diabetes mellitus tipo 2 (DM2) en etapas posteriores de la vida, la cual es una enfermedad crónica que requiere seguimiento médico continuo. Esto es debido a que la diabetes gestacional y la DM2 comparten varios factores de riesgo, tales como la obesidad, la falta de actividad física, la prediabetes, tener familiares cercanos (como padres o hermanos) con diabetes, malos hábitos alimenticios, entre otros.
Una de las complicaciones que las mujeres pueden desarrollar y que presentan un alto riesgo de salud tanto para la mamá como para el bebé es la preeclampsia, una condición que se caracteriza por una subida repentina de la presión arterial, así como un mayor riesgo de pérdida del bebé en las últimas semanas del embarazo (particularmente entre la semana 32 y 38). Además, es más probable que experimenten un parto prematuro o requieran una cesárea, una cirugía que, aunque común, implica riesgos como infecciones y una recuperación más prolongada en comparación con un parto natural.
¿Cuáles son las consecuencias para los hijos?
Cuando una mujer presenta DG no solo su salud puede verse afectada, sino también la del bebé, tanto al momento del nacimiento como en la adultez. Durante el periodo perinatal, que abarca desde la semana 22 del embarazo hasta las primeras 4 semanas de vida del recién nacido, pueden presentarse varias complicaciones. Por ejemplo, algunos bebés pueden nacer con macrosomía, la cual es una condición en la que el cuerpo del bebé crece más de lo normal, lo que puede dificultar el parto y aumentar el riesgo de lesiones en el bebé. También es común que estos recién nacidos presenten niveles bajos de azúcar en sangre al nacer, lo cual debe tratarse inmediatamente para evitar problemas mayores. Otras complicaciones que se pueden presentar son el nacimiento prematuro, coloración amarillenta de la piel y los ojos, problemas respiratorios, problemas en la estructura o función del cuerpo del bebé, así como alteraciones en los niveles de minerales en la sangre, como calcio y magnesio.
Sin embargo, más allá de las complicaciones inmediatas, también se ha observado que estos niños pueden enfrentar problemas de salud a largo plazo. Diversos estudios han demostrado que los hijos de madres con DG tienen más probabilidades de desarrollar obesidad, intolerancia a la glucosa, resistencia a la insulina, e incluso DM2 en cualquier etapa de su vida. Además, existe evidencia suficiente que respalda que estos niños también presentan una mayor predisposición a desarrollar enfermedades cardiovasculares en la vida adulta, especialmente hipertensión arterial. De hecho, se ha observado que estos niños presentan presiones arteriales más altas desde los 3 años de edad, y esta diferencia se hace más notoria conforme envejecen, en comparación con los hijos de madres sin alteraciones en los niveles de glucosa durante el embarazo.
Por otro lado, en investigaciones recientes se ha demostrado cómo los altos niveles de azúcar en el embarazo pueden afectar también el desarrollo del cerebro. En humanos, un estudio mostró que los niños expuestos a diabetes gestacional tienen un 42 % más de probabilidad de desarrollar Trastorno del Espectro Autista, especialmente si la diabetes se diagnostica antes de la semana 26 del embarazo. Entre las posibles causas se encuentran procesos como la falta de oxígeno para el bebé, el estrés oxidativo, la inflamación persistente y cambios en el material genético del bebé, que podrían afectar su desarrollo neurológico incluso antes de nacer.
Por ello es importante que toda mujer embarazada acuda de manera regular a sus controles médicos, ya que esto va a permitir que se detecte de manera oportuna la diabetes gestacional y así poder tomar las medidas necesarias para proteger tanto la salud de la madre como la del bebé. Además, adoptar hábitos de vida saludables como comer una dieta balanceada, hacer actividad física de manera regular y mantener un peso saludable desde el inicio del embarazo, o incluso antes de este, puede ayudar a prevenir la aparición de esta condición. Cuidar los niveles de glucosa en sangre no solo mejora el bienestar durante el embarazo sino también a lo largo de toda la vida.
BIBLIOGRAFIA
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